Nada en el título de este artículo es casualidad, y pronto lo entenderéis. Cyberpunk 2077 es a estas alturas un clásico instantáneo, atemporal, que te marca lo juegues cuando lo juegues. En mi caso fue a finales de 2022 cuando comencé mi andadura en Night City, y casualidades de la vida, acabé la última misión principal el pasado 1 de enero. Recién empezado el año 2023, año en el que Johnny Silverhand llevó a cabo un atentado terrorista contra la torre de la corporación Arasaka.
Además de ello, creí oportuno dedicarle buena parte del protagonismo al bueno de Silverhand, un personaje fascinante que rápidamente pasó a convertirse en uno de mis favoritos de cuantos he conocido en esto de los videojuegos. Pero antes de meternos de lleno, debo aclarar que en este artículo no encontraréis valoraciones objetivas del juego de CD Projekt. Esta vez compartiré mi experiencia con todos vosotros (spoilers incluidos). Quedáis avisados si aún no habéis completado el juego.
«Ahora tengo los chips y los implantes… Tengo la actitud adecuada… Tengo el metal bajo mi piel…» acompañadme en mi regreso a la ciudad del neón.
La ciudad te atrapa
Como ya sabréis, Cyberpunk 2077 permite al jugador escoger entre tres «pasados» diferentes para V. Si os soy sincero, entre ser un Corpo o un pandillero, fue una única cosa la que me llevó a decantarme por ser un Nómada; adentrarme en Night City poco a poco. Y es que desde mi punto de vista, es la mejor forma de iniciar la aventura, pues V llega como un forastero que a penas conoce los entresijos de la ciudad (como nosotros vaya).
A partir de este punto, uno empieza a darse de cuenta de la envergadura del videojuego, de la colosal obra que ha construido CD Projekt RED. Aún teniendo sus defectos, el juego logra cautivarte a través de una Night City espectacular, que se convierte merecidamente en una figura protagonista desde el principio. Siendo un mundo tan hostil y decadente, resulta hipnótico recorrer cada uno de los distritos. Los «megaedificios» se entremezclan en un Skyline sobrecargado, que llega a tragarse por completo la luz del sol.
Los NPC´s por su parte son abundantes en según qué punto nos encontremos. Obviamente, habrá más «movimiento» en pantalla cuando vayamos por pleno centro corporativo de la ciudad, mientras que las afueras o las zonas industriales estarán menos pobladas. Pero todos los habitantes tienen una cosa en común; paradójicamente son diferentes. No recuerdo haberme cruzado con dos NPC´s iguales, ya sea en plena calle o en el interior de cualquier edificio. Además, estos no están faltos de detalle, al mismo tiempo que lucen un aspecto llamativo y extravagante, tan propio de Night City. Imposible no fijarse en cada uno de ellos.
Un derroche técnico
La experiencia en Night City es un espectáculo audiovisual de principio a fin. Desde que empecé en aquel taller solitario en mitad del desierto hasta que que acabé mi aventura, Cyberpunk 2077 mantuvo en todo momento un nivel de sobresaliente. Y es que aún con sus defectos y virtudes, el juego de CD Projekt RED logra un equilibrio técnico digno de la nueva generación de consolas.
A menudo tiendo a quedarme embobado observando cómo los rayos de luz penetran por las escasas rendijas de Night City. Una iluminación trabajada con mimo, que igual de bien incide en el interior del apartamento de V, de los coches o bien te regala una puesta de sol maravillosa en Pacífica. Además, el haber optado por una jugabilidad en primera persona, hace que la interacción con el mundo sea aún más espectacular.
Con los elementos climáticos sucede un poco lo mismo. Aquellos que acostumbréis a leerme desde hace ya un tiempo, recordaréis mis impresiones acerca de Forza Horizon 5. En aquel juego existen tormentas de todo tipo, incluidas las de arena; en Cyberpunk 2077 también. Además de eso, puedes ver cómo la lluvia golpea los cristales de tu vehículo con la cámara en primera persona mientras paseas por la ciudad. Son esos pequeños-grandes detalles que contribuyen a hacer de este un juego diferente.
Hay que decir que en mi caso jugué toda la partida en el modo rendimiento (4K/60fps), puesto que el modo calidad rebaja mucho la experiencia. Las caídas de frames y la saturación visual por el ray tracing cortaban de raíz la experiencia. Aún así el modo rendimiento funciona y se ve tan exageradamente bien, que no echaréis en falta jugar en otras condiciones.
La clave está en el Relic
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Si la ambientación es uno de los elementos más potentes de Cyberpunk 2077, es sin duda su historia lo que me ha mantenido pegado definitivamente al asiento. Los guionistas del estudio polaco han demostrado por qué son los mejores en esto, junto a unos pocos elegidos, un nivel puramente «Rockstar». La clave de la historia, está en el Relic.
Así comienza la aventura; un golpe que no sale del todo bien, y un prototipo de biochip que acaba «accidentalmente» en nuestra cabeza. El misterioso constructo que alberga en su interior no tarda en dar señales de vida, y aparece en escena el gran Johnny Silverhand. A partir de ese momento, el juego presenta la constante dualidad en la que se verá sumido V, lo que ya supone un acierto.
El personaje de Keanu Reeves es fascinante, y no sólo este, sino aquellos secundarios no tan secundarios, que contribuyen a expandir la narrativa y, por ende, las relaciones del protagonista. Judy, Jackie, Evelyn, Panam, Yorinobu, Takemura… Todos tienen un pasado y también un propósito, una identidad propia que va más allá de un NPC que te dicta qué hacer o a donde ir.
Pero incluso por encima de los personajes, de un Johnny Silverhand que nos consume poco a poco, Cyberpunk 2077 pone de manifiesto un debate tan profundo como atemporal; ¿debería el ser humano vivir para siempre?. Gracias al Relic el bueno de Johnny sigue vivo, pues Arasaka logró traspasar su conciencia (que no su alma) tras ser abatido el día del atentado a la torre de la corporación. Todo este entramado, además de un final que pone de manifiesto, nuevamente, el dilema moral de la vida eterna, hace de Cyberpunk 2077 una propuesta brillante en su narrativa.
Acerca del autor
He viajado a mundos que jamás creeríais, acabado con enemigos que escapan a todo misticismo. He sentido mi pulso acelerarse con cada batalla, y el suspiro de quien sabe que tendrá que volver a levantarse. Siempre hay un villano esperando y una aventura a la vuelta de la esquina.